lunes, 21 de febrero de 2011

La muerte

Llanto, enfado, duda, ansiedad, desesperación, ira, frustración, angustia…y a veces miedo.

Por más que te presentes sigues siendo extraña, desconocida,  siempre inoportuna.
 De un lugar a otro te paseas orgullosa, siempre sola.
Cruel oficio el tuyo que sin compasión separa corazones y aleja las miradas.
Te crees dueña del mundo, invencible, soberana, victoriosa…

Risa, paz, seguridad, confianza, alegría, amor, tranquilidad…y siempre esperanza.

Pobre infeliz, has perdido.
Te crees que alejas cuando en realidad acercas.
Te crees que ganas pero siempre pierdes.
Me enfrento a ti, eres solo un paso más . La última puerta ,o tal vez la primera

miércoles, 9 de febrero de 2011

Mi alabanza, mi adoración.

“ Cuando mi espíritu se eleva, mi cuerpo cae de rodillas”
George C. Lichtenberg
Nada.
Todo está en silencio…a lo lejos algo nuevo, una luz comienza a llenarlo todo y por primera vez siento el calor en mi piel, quema mucho pero me gusta. De pronto un soplido golpea mi cara y mi pelo comienza a moverse, la sensación anterior se va transformando en algo muy distinto, el soplido cada vez tiene más fuerza, suena fuerte y trae consigo algo muy poderoso que por momentos suena más fuerte aún que él, huele a húmedo. Es líquido y choca contra todo buscando su lugar, parece que nunca se calmará pero poco a poco el soplido cesa, el líquido se calma y vuelvo a sentir la primera sensación de calor. Sin todavía entender lo que está pasando el tiempo me regala unos segundos y gracias a ésta primera luz descubro el cambio: huele a todo, en lo alto la luz es cada vez más intensa y en mis pies puedo sentir el contraste del frío líquido con el del cálido sólido. De pronto la luz va desapareciendo y ya casi no distingo el líquido del sólido, la oscuridad vuelve a llenarlo todo… Caigo derrumbada con los ojos cerrados intentando no pensar, pero no puedo, algo pincha mis párpados y no puedo resistir abrir los ojos de nuevo: pequeñas lucecitas lo inundan todo…mi cuerpo no resiste más, necesita descansar… Despierto y todas las sensaciones del día anterior han vuelto. Los olores me persiguen por todos lados, corro y corro pero no puedo alejarme de ellos, tampoco quiero. El líquido sigue ahí pero ahora contiene vida, pequeños pececillos de colores nadan de un sitio a otro,  y en las profundidades, grandes animales han creado su hogar. Un canto llega a mis oídos y, al perseguir con la mirada aquel sonido, descubro que no estoy sola: cientos de pájaros de distintos tamaños recorren el cielo sin parar. En el sólido distintos tipos de seres conviven en armonía. Y cuando creía que todo estaba terminado fuí yo: noté como se consolidaba cada parte de mi cuerpo y sentí ritmo en mi interior, se llamaba corazón. Ahora el soplo era viento; la luz sol; el líquido agua y el sólido tierra. Volví a mirar el cielo y fue cuando todo cobró sentido, El Creador me miraba…y sonreía. En  ese momento nos hicimos una promesa de amor eterno. Me hice fuerte como el viento cuando lo arrasa todo y cálida como el sol de mediodía, bailé al ritmo de las flores y canté la melodía del ruiseñor. Música del cielo. Y esto es cuando mi espíritu se eleva y mi cuerpo cae de rodillas.