“ Cuando mi espíritu se eleva, mi cuerpo cae de rodillas”
George C. Lichtenberg
Nada.
Todo está en silencio…a lo lejos algo nuevo, una luz comienza a llenarlo todo y por primera vez siento el calor en mi piel, quema mucho pero me gusta. De pronto un soplido golpea mi cara y mi pelo comienza a moverse, la sensación anterior se va transformando en algo muy distinto, el soplido cada vez tiene más fuerza, suena fuerte y trae consigo algo muy poderoso que por momentos suena más fuerte aún que él, huele a húmedo. Es líquido y choca contra todo buscando su lugar, parece que nunca se calmará pero poco a poco el soplido cesa, el líquido se calma y vuelvo a sentir la primera sensación de calor. Sin todavía entender lo que está pasando el tiempo me regala unos segundos y gracias a ésta primera luz descubro el cambio: huele a todo, en lo alto la luz es cada vez más intensa y en mis pies puedo sentir el contraste del frío líquido con el del cálido sólido. De pronto la luz va desapareciendo y ya casi no distingo el líquido del sólido, la oscuridad vuelve a llenarlo todo… Caigo derrumbada con los ojos cerrados intentando no pensar, pero no puedo, algo pincha mis párpados y no puedo resistir abrir los ojos de nuevo: pequeñas lucecitas lo inundan todo…mi cuerpo no resiste más, necesita descansar… Despierto y todas las sensaciones del día anterior han vuelto. Los olores me persiguen por todos lados, corro y corro pero no puedo alejarme de ellos, tampoco quiero. El líquido sigue ahí pero ahora contiene vida, pequeños pececillos de colores nadan de un sitio a otro, y en las profundidades, grandes animales han creado su hogar. Un canto llega a mis oídos y, al perseguir con la mirada aquel sonido, descubro que no estoy sola: cientos de pájaros de distintos tamaños recorren el cielo sin parar. En el sólido distintos tipos de seres conviven en armonía. Y cuando creía que todo estaba terminado fuí yo: noté como se consolidaba cada parte de mi cuerpo y sentí ritmo en mi interior, se llamaba corazón. Ahora el soplo era viento; la luz sol; el líquido agua y el sólido tierra. Volví a mirar el cielo y fue cuando todo cobró sentido, El Creador me miraba…y sonreía. En ese momento nos hicimos una promesa de amor eterno. Me hice fuerte como el viento cuando lo arrasa todo y cálida como el sol de mediodía, bailé al ritmo de las flores y canté la melodía del ruiseñor. Música del cielo. Y esto es cuando mi espíritu se eleva y mi cuerpo cae de rodillas.